CONFERENCIA DE LITERATURA
El pasado martes se efectuó la presentación del libro ¨EL ESPEJO IRREVERENTE¨, del columnista y psicológo Raúl de la Horra, tal actividad se realizo en el edificio M2 de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC).Estuvieron presentes alumnos del quinto semestre de periodismo de la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC) de la USAC.
La mesa conferencista estuvó conformada por:
Raúl de la Horra
Carlos Velásquez
José Luis Perdómo
Gustavo Bracamonte
De la Horra presentó su libro y comento que éste lo realizo con una selección de columunas de todas las que él ha escrito en el transcurso de su carrera, temas de mucho interés para el público , como por ejemplo la vida cotidiana que nos ayudan más a nosotros que estudiamos periodismo, él invito a los jóvenes a que lean un poco más, a que respeten su idioma tanto en lo escrito como en lo verbal.
Carlos Velásquez al igual que José Luis Perdomo, realizarón lecturas de algunos fragmentos de los escritos que ellos han realizado, en los cuales nos demostrarón que también son unos buenos escritores, así mismo nos dieron a los estudiantes algunos consejos para llegar a ser unos buenos periodistas. Que trabajemos con objetividad pero que sobre todo nos preparemos para poder llegar a ser grandes.
Se tocarón temas de por qué en los medios de comunicación se reciben a personas sin preparación en el área de comunicación , y fue bueno porque los conferencistas interactuaron con el publico.
El licenciado Gustavo Bracamonte, director de la (ECC) también estuvo presente en dicha conferencia, lastimosamente su intervención fue demasiado breve, y me hubiera gustado escuchar de él también algunos consejos de como llegar a ser una buena escritora.
Aunque la sala donde se realizó la conferencia es bastante amplia,la presencia del público fue muy escasa, creo que se debió haber hecho un buen llamado para que por lo menos todos los estudiantes de comunicación se hicieran presentes; ya que estos temas y personajes enriquecen aún más nuestros conocimientos.
domingo, 20 de abril de 2008
miércoles, 2 de abril de 2008
EL ECLIPSE
EL ECLIPSE
TITO MONTERROSO
Análisis
Argumento:
La historia cuenta sobre la situasión que le toco vivir a Fray Bartolomé
Arrazola, cuando perdido en las selvas de la hermosa Guatemala, se vió en grandes dificultades, donde por su falta de positivismo al encontrarse allí en ese lugar tan desolado se le acabo la fuerza de voluntad y decidió permanecer ahí a esperar su fin, el cual creyo que iba a ser morir porque no podría encontrar la salida, en esa soledad se quedo dormido.Pero al despertar se sorprendio de ver el rostro de varios indigenas que lo veian con mucha ira, éstos iban con el proposito de sacrificarlo, como el había aprendido a hablar algunas palabras en la lengua nativa, decidió hablar con ellos, la mejor salida que encontro para calmarlos y evitar que lo matasen fue, que él se recordó que ese dia habría un eclipse y entonces les dijo que si ellos lo mataban él podría hacer que el sol se apagara en su altura. Pero esto no le sirvió de nada, ya que después de dos horas bartolomé fue sacrificado por los indigenas, porque éstos sabían muy bien las fechas en que se producian los eclipses y hasta lo anotaban en sus codices, ese fue el fin de Barolomé.
Arrazola, cuando perdido en las selvas de la hermosa Guatemala, se vió en grandes dificultades, donde por su falta de positivismo al encontrarse allí en ese lugar tan desolado se le acabo la fuerza de voluntad y decidió permanecer ahí a esperar su fin, el cual creyo que iba a ser morir porque no podría encontrar la salida, en esa soledad se quedo dormido.Pero al despertar se sorprendio de ver el rostro de varios indigenas que lo veian con mucha ira, éstos iban con el proposito de sacrificarlo, como el había aprendido a hablar algunas palabras en la lengua nativa, decidió hablar con ellos, la mejor salida que encontro para calmarlos y evitar que lo matasen fue, que él se recordó que ese dia habría un eclipse y entonces les dijo que si ellos lo mataban él podría hacer que el sol se apagara en su altura. Pero esto no le sirvió de nada, ya que después de dos horas bartolomé fue sacrificado por los indigenas, porque éstos sabían muy bien las fechas en que se producian los eclipses y hasta lo anotaban en sus codices, ese fue el fin de Barolomé.
Conflicto:
Que Bartolomé se perdió en la selva poderosa de la hermosa Guatemala, y no tuvo la serenidad para buscar la salida a su situción.
Proceso: Selva poderosa, eclipse, sacrificio.
Secuencia: Bartolomé se perdió en la inmensa y poderosa selva, después perdio la esperanza de salir de ahí, se encontro con los indigenas quienes lo llevaron hasta la piedra de los sacrificios donde acabaron con su vida mientras se realizaba el eclipse.
Oposiciones:
Bartolomé y los indigenas.
Tiempos:
Pasado y presente.
Mensaje Ideológico:
Que Bartolomé se dió por vencido y se quedo ahí esperando su fin, y los indigenas por su ignorancia y sus creencias acturon de esa manera.
martes, 1 de abril de 2008
CASA TOMADA JULIO CORTAZAR
ANALIS SEMIOTICO
Casa tomadaCuento
Julio Cortázar
Julio Cortázar
ARGUMENTO
Cuenta la historia de unos hermanos que Vivian solos en una gran casa antigua, la cual habían obtenido por herencia de sus bisabuelos en donde guardaban gratos recuerdos de la infancia. Era una enorme casa en lo que se calculaban que podían vivir ocho personas. Desde las siete de la mañana los hermanos se dedicaban a realizar una limpieza profunda en cada lugar de la residencia. Aparte de la limpieza el pasatiempo de Irene no es más que hacer su tricota y su hermano dedicarse a sus libros de literatura.
Un día de tantos el hermano se dirige a la cocina el oye ruidos de inmediato le avisa a Irene de los ruidos que el estaba escuchando, en eso entonces se dan cuenta que han tomado la otra parte de la casa cabalmente invaden el espacio donde estaba localizada la biblioteca. Pero en fin una de las ventajas es que se ambos harán menos limpieza que de costumbre. La desventaja esta en que esa tranquilidad con que contaban y todas aquellas riquezas poco a poco se van perdiendo hasta que llega un día en que deciden lanzar las llaves a la alcantarilla para que así nadie más entrara y fuese a llevarse todas sus pertenencias.
Un día de tantos el hermano se dirige a la cocina el oye ruidos de inmediato le avisa a Irene de los ruidos que el estaba escuchando, en eso entonces se dan cuenta que han tomado la otra parte de la casa cabalmente invaden el espacio donde estaba localizada la biblioteca. Pero en fin una de las ventajas es que se ambos harán menos limpieza que de costumbre. La desventaja esta en que esa tranquilidad con que contaban y todas aquellas riquezas poco a poco se van perdiendo hasta que llega un día en que deciden lanzar las llaves a la alcantarilla para que así nadie más entrara y fuese a llevarse todas sus pertenencias.
CONFLICTO
La casa espaciosa y ambos solos
PROCESO
Casa habitada por herencia, tranquilidad y los invasores.
SECUENCIAS
Al inicio los hermanos habitaron la casa
OPOSICIONES
El hermano e Irene
Irene y el hermano y los que invaden la casa
Tiempos
Pasado y presente
MENSAJE IDEOLOGICO
Se vive el puro anarquismo por permitir que los invadan y ellos padecer de autoritarismo.
jueves, 20 de marzo de 2008
CONCUCTA EN LOS VELORIOS
Conducta en los velorios
Julio Cortázar
No vamos por el anís, ni porque hay que ir.
Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía.
Mi prima segunda, la mayor, se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos.
A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese diálogo con la sombra.
Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio esté a punto, y se va presentando de a poco pero implacablemente.
En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes.
Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas.
No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos de caña, el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial; antes de media noche estamos seguros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, primero en silencio, empapando el pañuelo a un punto increíble, después con hipos y jadeos, y finalmente le acomete un ataque terrible de llanto que obliga a las vecinas a llevarla a la cama preparada para esas emergencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mientras otras vecinas se ocupan de los parientes cercanos bruscamente contagiados por la crisis.
Durante un rato hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capilla ardiente, preguntas y noticias en voz baja, encogimientos de hombros por parte de los vecinos. Agotados por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo, los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese mismo momento mis tres primas segundas se largan a llorar sin afectación, sin gritos, pero tan conmovedoramente que los parientes y vecinos sienten la emulación, comprenden que no es posible quedarse así descansando mientras extraños de la otra cuadra se afligen de tal manera, y otra vez se suman a la deploración general, otra vez hay que hacer sitio en las camas, apantallar a señoras ancianas, aflojar el cinturón a viejitos convulsionados.
Mis hermanos y yo esperamos por lo regular este momento para entrar en la sala mortuoria y ubicarnos junto al ataúd. Por extraño que parezca estamos realmente afligidos, jamás podemos oír llorar a nuestras hermanas sin que una congoja infinita nos llene el pecho y nos recuerde cosas de la infancia, unos campos cerca de Villa Albertina, un tranvía que chirriaba al tomar la curva en la calle General Rodríguez, en Bánfield, cosas así, siempre tan tristes. Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa. Pero son pocos, y mienten (eso lo sabemos por mi prima segunda la mayor, y nos da fuerzas). En vano acumulan los hipos y los desmayos, inútilmente los vecinos más solidarios los apoyan con sus consuelos y sus reflexiones, llevándolos y trayéndolos para que descansen y se reincorporen a la lucha. Mis padres y mi tío el mayor nos reemplazan ahora, hay algo que impone respeto en el dolor de estos ancianos que han venido desde la calle Humboldt, cinco cuadras contando desde la esquina, para velar al finado.
Los vecinos más coherentes empiezan a perder pie, dejan caer a los deudos, se van a la cocina a beber grapa y a comentar; algunos parientes, extenuados por una hora y media de llanto sostenido, duermen estertorosamente. Nosotros nos relevamos en orden, aunque sin dar la impresión de nada preparado; antes de las seis de la mañana somos los dueños indiscutidos del velorio, la mayoría de los vecinos se han ido a dormir a sus casas, los parientes yacen en diferentes posturas y grados de abotagamiento, el alba nace en el patio. A esa hora mis tías organizan enérgicos refrigerios en la cocina, bebemos café hirviendo, nos miramos brillantemente al cruzarnos en el zaguán o los dormitorios; tenemos algo de hormigas yendo y viniendo, frotándose las antenas al pasar.
Cuando llega el coche fúnebre las disposiciones están tomadas, mis hermanas llevan a los parientes a despedirse del finado antes del cierre del ataúd, los sostienen y confortan mientras mis primas y mis hermanos se van adelantando hasta desalojarlos, abreviar el ultimo adiós y quedarse solos junto al muerto. Rendidos, extraviados, comprendiendo vagamente pero incapaces de reaccionar, los deudos se dejan llevar y traer, beben cualquier cosa que se les acerca a los labios, y responden con vagas protestas inconsistentes a las cariñosas solicitudes de mis primas y mis hermanas. Cuando es hora de partir y la casa está llena de parientes y amigos, una organización invisible pero sin brechas decide cada movimiento, el director de la funeraria acata las órdenes de mi padre, la remoción del ataúd se hace de acuerdo con las indicaciones de mi tío el mayor. Alguna que otra vez los parientes llegados a último momento adelantan una reivindicación destemplada; los vecinos, convencidos ya de que todo es como debe ser, los miran escandalizados y los obligan a callarse. En el coche de duelo se instalan mis padres y mis tíos, mis hermanos suben al segundo, y mis primas condescienden a aceptar a alguno de los deudos en el tercero, donde se ubican envueltas en grandes pañoletas negras y moradas. El resto sube donde puede, y hay parientes que se ven precisados a llamar un taxi. Y si algunos, refrescados por el aire matinal y el largo trayecto, traman una reconquista en la necrópolis, amargo es su desengaño.
Apenas llega el cajón al peristilo, mis hermanos rodean al orador designado por la familia o los amigos del difunto, y fácilmente reconocible por su cara de circunstancias y el rollito que le abulta el bolsillo del saco. Estrechándole las manos, le empapan las solapas con sus lágrimas, lo palmean con un blando sonido de tapioca, y el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción. Dura tres minutos, se refiere exclusivamente al difunto, acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos, sin quitar humanidad a nada de lo que dice; está profundamente emocionado, y a veces le cuesta terminar. Apenas ha bajado, mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario, mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas que lloran colgadas de su chaleco.
Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria; dulcemente empieza a rodar el catafalco, y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna, mirándose y estrujando los discursos en sus manos húmedas. Por lo regular no nos molestamos en acompañar al difunto hasta la bóveda o sepultura, sino que damos media vuelta y salimos todos juntos, comentando las incidencias del velorio. Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren llevarlos ellos a que los lleven los parientes.
Julio Cortázar
No vamos por el anís, ni porque hay que ir.
Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía.
Mi prima segunda, la mayor, se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos.
A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese diálogo con la sombra.
Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio esté a punto, y se va presentando de a poco pero implacablemente.
En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes.
Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas.
No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos de caña, el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial; antes de media noche estamos seguros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, primero en silencio, empapando el pañuelo a un punto increíble, después con hipos y jadeos, y finalmente le acomete un ataque terrible de llanto que obliga a las vecinas a llevarla a la cama preparada para esas emergencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mientras otras vecinas se ocupan de los parientes cercanos bruscamente contagiados por la crisis.
Durante un rato hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capilla ardiente, preguntas y noticias en voz baja, encogimientos de hombros por parte de los vecinos. Agotados por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo, los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese mismo momento mis tres primas segundas se largan a llorar sin afectación, sin gritos, pero tan conmovedoramente que los parientes y vecinos sienten la emulación, comprenden que no es posible quedarse así descansando mientras extraños de la otra cuadra se afligen de tal manera, y otra vez se suman a la deploración general, otra vez hay que hacer sitio en las camas, apantallar a señoras ancianas, aflojar el cinturón a viejitos convulsionados.
Mis hermanos y yo esperamos por lo regular este momento para entrar en la sala mortuoria y ubicarnos junto al ataúd. Por extraño que parezca estamos realmente afligidos, jamás podemos oír llorar a nuestras hermanas sin que una congoja infinita nos llene el pecho y nos recuerde cosas de la infancia, unos campos cerca de Villa Albertina, un tranvía que chirriaba al tomar la curva en la calle General Rodríguez, en Bánfield, cosas así, siempre tan tristes. Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa. Pero son pocos, y mienten (eso lo sabemos por mi prima segunda la mayor, y nos da fuerzas). En vano acumulan los hipos y los desmayos, inútilmente los vecinos más solidarios los apoyan con sus consuelos y sus reflexiones, llevándolos y trayéndolos para que descansen y se reincorporen a la lucha. Mis padres y mi tío el mayor nos reemplazan ahora, hay algo que impone respeto en el dolor de estos ancianos que han venido desde la calle Humboldt, cinco cuadras contando desde la esquina, para velar al finado.
Los vecinos más coherentes empiezan a perder pie, dejan caer a los deudos, se van a la cocina a beber grapa y a comentar; algunos parientes, extenuados por una hora y media de llanto sostenido, duermen estertorosamente. Nosotros nos relevamos en orden, aunque sin dar la impresión de nada preparado; antes de las seis de la mañana somos los dueños indiscutidos del velorio, la mayoría de los vecinos se han ido a dormir a sus casas, los parientes yacen en diferentes posturas y grados de abotagamiento, el alba nace en el patio. A esa hora mis tías organizan enérgicos refrigerios en la cocina, bebemos café hirviendo, nos miramos brillantemente al cruzarnos en el zaguán o los dormitorios; tenemos algo de hormigas yendo y viniendo, frotándose las antenas al pasar.
Cuando llega el coche fúnebre las disposiciones están tomadas, mis hermanas llevan a los parientes a despedirse del finado antes del cierre del ataúd, los sostienen y confortan mientras mis primas y mis hermanos se van adelantando hasta desalojarlos, abreviar el ultimo adiós y quedarse solos junto al muerto. Rendidos, extraviados, comprendiendo vagamente pero incapaces de reaccionar, los deudos se dejan llevar y traer, beben cualquier cosa que se les acerca a los labios, y responden con vagas protestas inconsistentes a las cariñosas solicitudes de mis primas y mis hermanas. Cuando es hora de partir y la casa está llena de parientes y amigos, una organización invisible pero sin brechas decide cada movimiento, el director de la funeraria acata las órdenes de mi padre, la remoción del ataúd se hace de acuerdo con las indicaciones de mi tío el mayor. Alguna que otra vez los parientes llegados a último momento adelantan una reivindicación destemplada; los vecinos, convencidos ya de que todo es como debe ser, los miran escandalizados y los obligan a callarse. En el coche de duelo se instalan mis padres y mis tíos, mis hermanos suben al segundo, y mis primas condescienden a aceptar a alguno de los deudos en el tercero, donde se ubican envueltas en grandes pañoletas negras y moradas. El resto sube donde puede, y hay parientes que se ven precisados a llamar un taxi. Y si algunos, refrescados por el aire matinal y el largo trayecto, traman una reconquista en la necrópolis, amargo es su desengaño.
Apenas llega el cajón al peristilo, mis hermanos rodean al orador designado por la familia o los amigos del difunto, y fácilmente reconocible por su cara de circunstancias y el rollito que le abulta el bolsillo del saco. Estrechándole las manos, le empapan las solapas con sus lágrimas, lo palmean con un blando sonido de tapioca, y el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción. Dura tres minutos, se refiere exclusivamente al difunto, acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos, sin quitar humanidad a nada de lo que dice; está profundamente emocionado, y a veces le cuesta terminar. Apenas ha bajado, mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario, mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas que lloran colgadas de su chaleco.
Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria; dulcemente empieza a rodar el catafalco, y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna, mirándose y estrujando los discursos en sus manos húmedas. Por lo regular no nos molestamos en acompañar al difunto hasta la bóveda o sepultura, sino que damos media vuelta y salimos todos juntos, comentando las incidencias del velorio. Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren llevarlos ellos a que los lleven los parientes.
domingo, 9 de marzo de 2008
A LA IZQUIERDA DEL ROBLE: MARIO BENEDETTI
A la izquierda del roble,
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.
El secreto es apoyarse digamos en un tron
y oír a través del aire
que admite ruidos muertos
cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueñosa
que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.
Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
ver cómo las nubes se disputan las copas
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importante
y se miran fijamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel y
ellos se contemplaran por dentro de ese amor.
Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras se quedan
conmovidas a mirarlos ya que a mí
no me llegan ni siquiera los ecos.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír
pero no puede.
Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar y
sin embargo
aquello también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
dame tu mano
ahora ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar su tiempo
y además está lejos
vos estás
a mi lado ahora mismo
estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho
y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puedo ocurrir que de pronto
uno advierta que en realidad
se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.
Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.
Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso maravilloso y condenado
que tuviera una sonrisa como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que
así vienen muertos de amor
así vienen muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura
y sin sombra
qué verdad fácil
y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora
qué queda
sólo queda medir la fe
y que recordemos
y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él que no pudo ser nuestro qué más
a caso cuando llegue un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés llevale flores
que yo también iré contigo.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.
Ahora la última nube a resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.
El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan para nadar desesperadamente.
Sin prevenciones me doy vuelta
y siguen aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.
Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.
lunes, 3 de marzo de 2008
Pablo Neruda y sus poemas 5,10,15 y 20
Para que tu me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas.
Este es un breve párrafo del poema 5, este poema nos expresa como un hombre perdidamente enamorado, trata de hacerle entender a su amada el infinito amor que siente por ella.
Que toda su inspiración y todas las palabras más hermosas que puedan brotar de su alma son para ella.
Y que cada día tratará de escribir mucho mejor para conquistarla, él desea que esa mujer a la que ama siempre permanezca a su lado, porque sólo ella le inspira el amor más grande.
Hemos perdido aún este crepúsculo.
nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
El poema # 10 se refiere a una pareja que siempre comparte todas las tardes, y al estar juntos todo es hermoso y es inspiración, hasta la mínima gota de rocio hace que todo sea maravilloso, pero un día no pueden compartir ese atardecer y entonces todo parece ser tristeza y simple, sin esa energía y ese brillo en la mirada por el hecho de estar juntos amandose.
Él siente que todo el dolor de su alma se presenta al estar lejos de su amada, que el sufrimiento es demasiado y que ella se ha convertido en una parte fundamental de su vida.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca.
Poema #15 Él admira la belleza de su amada en todo momento, aún cuando ésta permanezca en silencio,porque simplemente la ama, y cuando se ama a alguien sólo con verlo puedes describir los sentimientos más profundos de tu alma.
Su alma vive para amarla, y si ella le brinda por lo menos una sóla sonrisa, él puede seguir adelante porque ese amor alimenta su alma.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Un amor perdido, un hombre que esta realmente confundido,que ha terminado una relación pero que sin embargo el recuerdo de ella sigue presente. recuerda cada instante que compartió con esa persona.
Entonces no define lo que quiere, por una parte extraña su compania, y por otra dice que que el olvido es muy largo.
Este es un breve párrafo del poema 5, este poema nos expresa como un hombre perdidamente enamorado, trata de hacerle entender a su amada el infinito amor que siente por ella.
Que toda su inspiración y todas las palabras más hermosas que puedan brotar de su alma son para ella.
Y que cada día tratará de escribir mucho mejor para conquistarla, él desea que esa mujer a la que ama siempre permanezca a su lado, porque sólo ella le inspira el amor más grande.
Hemos perdido aún este crepúsculo.
nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
El poema # 10 se refiere a una pareja que siempre comparte todas las tardes, y al estar juntos todo es hermoso y es inspiración, hasta la mínima gota de rocio hace que todo sea maravilloso, pero un día no pueden compartir ese atardecer y entonces todo parece ser tristeza y simple, sin esa energía y ese brillo en la mirada por el hecho de estar juntos amandose.
Él siente que todo el dolor de su alma se presenta al estar lejos de su amada, que el sufrimiento es demasiado y que ella se ha convertido en una parte fundamental de su vida.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca.
Poema #15 Él admira la belleza de su amada en todo momento, aún cuando ésta permanezca en silencio,porque simplemente la ama, y cuando se ama a alguien sólo con verlo puedes describir los sentimientos más profundos de tu alma.
Su alma vive para amarla, y si ella le brinda por lo menos una sóla sonrisa, él puede seguir adelante porque ese amor alimenta su alma.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Un amor perdido, un hombre que esta realmente confundido,que ha terminado una relación pero que sin embargo el recuerdo de ella sigue presente. recuerda cada instante que compartió con esa persona.
Entonces no define lo que quiere, por una parte extraña su compania, y por otra dice que que el olvido es muy largo.
lunes, 25 de febrero de 2008
ESCRITOR MODELO
Quién es mi escritor modelo?
Mi escritor modelo es Virgilio Rodríguez Macal, soy una lectora fanática de las obras que escribe.
Ya que este sabe ponerle muy bien el toque de interés a cada obra entre las cuales por mencionar algunas, están: Jinaya, La Mansion del Pájaro Serpiente, Carazamba; entre estas la que más me ha gustado e interesado ha sido Carazamba, Macal en esta obra escribió hasta el último detalle de lo que sucedió con Carazamba esta mujer morena de cuerpo esbelto que volvia loco a cualquier hombre que se cruzara en su camino, y relata la vida de ella desde sus crímenes hasta sus aventuras por los montes peteneros, al lado del hombre que amó. Es increible como este escritor puede atraernos con su magia a seguir leyendo sin aburrir y como con cada capítulo sabe inyectarnos esa curiosidad se saber cual será el descenlace de la historia.
Sin duda para mi es un escritor estrella.
Qué es un escritor modelo? Un escritor modelo para mi es aquel que tiene el don de conquistar al lector, que es original al escribir, que sabe romper el hielo desde el principio, que mezcla el suspenso, la aventura y el romance, escribe de una manera clara siempre, toca temas de interés, detalla paso apaso toda la trama, describe a los personajes tal como son y va directo al grano.
Comentarios que llevan hacía la construcción del conocimiento, la lectura nos ayuda a conocer un poco más as umentar más nuestro vocabulario y ampliar nuestro conociemiento.
Mi escritor modelo es Virgilio Rodríguez Macal, soy una lectora fanática de las obras que escribe.
Ya que este sabe ponerle muy bien el toque de interés a cada obra entre las cuales por mencionar algunas, están: Jinaya, La Mansion del Pájaro Serpiente, Carazamba; entre estas la que más me ha gustado e interesado ha sido Carazamba, Macal en esta obra escribió hasta el último detalle de lo que sucedió con Carazamba esta mujer morena de cuerpo esbelto que volvia loco a cualquier hombre que se cruzara en su camino, y relata la vida de ella desde sus crímenes hasta sus aventuras por los montes peteneros, al lado del hombre que amó. Es increible como este escritor puede atraernos con su magia a seguir leyendo sin aburrir y como con cada capítulo sabe inyectarnos esa curiosidad se saber cual será el descenlace de la historia.
Sin duda para mi es un escritor estrella.
Qué es un escritor modelo? Un escritor modelo para mi es aquel que tiene el don de conquistar al lector, que es original al escribir, que sabe romper el hielo desde el principio, que mezcla el suspenso, la aventura y el romance, escribe de una manera clara siempre, toca temas de interés, detalla paso apaso toda la trama, describe a los personajes tal como son y va directo al grano.
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